lunes, 13 de octubre de 2008

...La espera...

Aquí en la oscuridad, sobre el árbol de siempre, junto al camino que eliges para llegar a tu casa… puedo sentir tu aroma, ese que te distingue de los demás. Espero pacientemente mientras pasan personas que no me interesan en lo absoluto… Piensas que estas a salvo por las luces de la calle, pero sabes muy en tu interior que no es así, nadie lo ha estado de mí jamás, yo estoy donde quiero estar, y nadie puede escapar de mis garras cuando me lo propongo… Desde hace meses que te veo pasar, siempre por el mismo lugar, en soledad o con compañía, pero es ese olor… Hm ese, tu olor exquisito que me enloquece.
El atardecer fue hermoso, cálido, típico de esta época del año. Corre una brisa ligera que mece mi árbol con suavidad, en ocasiones sonrío al pensar en que será mía tu alma esta noche. Pasan las horas y no llegas, comienzo a impacientarme, la luna comienza a aparecer en el horizonte, creo que esta noche no vendrás, ¿Habrás tomado otro camino? Es entonces cuando decido ir en tu búsqueda, siguiendo tu perfume llego a tu casa, no hay nadie en ella, decido esperarte sobre el tejado.
Pasan las horas hasta que al fin llegas… ah, cuantos deseos tenía de verte, de sentir el calor que emanas y la fuerza de tu olor a causa de tu cercanía me trastorna, pero esta vez traes algo mas contigo, el olor de alguien más impregnado en tu cuerpo, ese olor a sexo, sudor, fluidos, hormonas y feromonas, de ambos, traes esa contaminación en ti, mas no me importa, pues la decisión está tomada, será hoy… Sacudo mis alas para despabilar las horas de espera, lamo mis garras para que estén en perfectas condiciones me estiro un poco, respiro profundamente y desciendo reptando por la pared posterior de tu casa, te espero en la puerta trasera. Hago que la dejes abierta, “por descuido”…
Te das una ducha, comes algo y te vas a dormir, puedo sentir tu tranquilidad, no hay nadie mas, todo está en silencio como a ti te gusta, te desvistes y te acuestas, yo ya he entrado. Estoy a las puertas de tu dormitorio, esperando a que te duermas… Lees un poco antes de dormir, yo espero pacientemente mi oportunidad agazapado al cielo… No te duermes, no te duermes, sigues leyendo concentradamente, me deslizo bajo tu puerta como la bruma y me alojo bajo tu cama (ahí estaré mas cómodo). Inundas todo el ambiente con tu olor, es exquisito en verdad, ahora un poco mas definido e intenso. Sólo pienso en una cosa, poseer tu vida, devorarte, ingerirte…
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Duermes plácidamente, te observo unos instantes, acaricio tu pelo, lamo tu mejilla, tiendes a despertar, me deslizo bajo la cama, espero a que vuelvas a dormir, pero algo te inquieta, ¿qué será?, ah!, cómo si no lo supiera…. Una vez mas tendré que esperar, a causa de mi impaciencia, oportunidad perdida… ¿Cuánto tiempo mas?...
... Guillermö...

viernes, 3 de octubre de 2008

... Tu presencia...


Despierto una vez más, el silencio grita en mis oídos de forma ensordecedora, observo la tenue luz que se filtra a través de las cortinas de la puerta a los pies de mi cama. Por algún motivo sin explicación pienso que sería terrible estar en esa otra habitación solo, me atemoriza mucho pensar en ello, pero trato de alejar ese pensamiento de mi cabeza, intento pensar en algo más, pero no lo puedo evitar, voy a encender la luz, no lo hago. Un súbito escalofrío recorre todo mi cuerpo, trato de resistir, pero ya es tarde, estás aquí, no puedo moverme, no puedo respirar, siento un hormigueo en mis extremidades y el silencio es roto por el crujir de los músculos de mi cuerpo, desde mis piernas hasta mis sienes mientras tengo la sensación de estar cayendo al vacío velozmente. Intento hablar, pero sólo balbuceo algo inteligible, no puedo abrir mi boca, trato de llevar la mano que puedo mover hacia ella para abrir mis labios, pero mis dientes no se separan y la voz ya no me sale. Sé que estas ahí, al lado de mi cama, puedo sentirte, una vez mas has venido a atormentarme, después de tantos años de tu dulce ausencia, estás una vez mas aquí para estrujar cada músculo de mi cuerpo, para apretar mi pecho hasta dejarme casi inconsciente, y para finalmente emitir ese sonido de tu risa que resoplan tus narices, como bufido de animal.
En mi infancia solías venir y hacerme creer que mi dormitorio se encogía sobre mí, luego emitías ese sonido cerca de mi rostro, sentía tu frío aliento en mi frente, aterrado lloraba calladamente, ya ni te importaba que encendiese la luz, eso no funciona contigo, pues en el lugar donde estés siempre habrá una sombra, la que tú proyectas sobre el espacio que ocupas. Con el tiempo dejaste de venir, tal vez me hice más fuerte.
Hoy has venido a mi mas temprano que de costumbre, apenas me acuesto, siento que algo anda mal pero trato de tranquilizarme, sin apagar la luz, respiro profundamente, cierro los ojos y se me eriza la piel... Estás aquí.
He intentado hablar contigo, por primera vez, quiero saber por que me atormentas de esa manera, por qué has vuelto a mi. Pienso que de alguna forma te he llamado, tal vez te he invocado con el pensamiento, tal vez me he quedado indefenso una vez más. No respondes, siento como te mueves por mi habitación, aunque ya no proyectas esa terrible sombra que tanto me desesperaba. Intento razonar contigo de la forma más elocuente que puedo, (aunque sé que es absurdo lo que estoy haciendo, y he de admitirlo, me siento un poco estúpido), pues ahora sé quien eres, lo que ha sucedido contigo y en parte por qué ha sucedido, pero lo que no puedo entender es por qué me atormentas a mí… nada sucede, sólo que el ambiente se vuelve un poco mas respirable, un poco menos denso, me quedo mirando el techo, no sé por cuanto tiempo, hasta que eventualmente me duermo, un poco asustado, creo. Me tranquiliza el tener la luz encendida, saber que puedo abrir los ojos y ver mi dormitorio iluminado.
No sé por cuánto tiempo he dormido, despierto y la luz está apagada, sólo veo la claridad de la luna colarse a través de las cortinas, aunque ya no tengo miedo… enciendo la luz, bebo un poco de agua y sigo durmiendo, mientras pienso: “¿Habrás sido tu quien apagó la luz?”.....

... Inevitable...


De pié frente a ti observando la última gota de sangre que se desliza por tu mejilla, emanada desde tus ojos ya resecos, moribundos, un poco desorbitados…

Con voz entrecortada, ronca, gutural dices:

- “No lo hagas”.Pero ya es demasiado tarde, los eventos están en curso y sabes bien que esto no lo podemos detener, aunque hagamos nuestro mayor esfuerzo.

Sabía que esto ocurriría, tú lo sabias también:

- Te lo advertí – dije en forma un poco triste – Te lo advertí demasiadas veces: “Déjame en paz, te lo suplico”…

Debo admitir que yo también buscaba este momento, ¡Sí!, lo deseaba en extremo, tenerte frente a mi, con esa mirada de que no entiendes que rayos esta ocurriendo en tu cuerpo, esa expresión del que sabe que está muriendo, pero que no alcanza a dilucidar el cómo ni el porqué, del que sabe que está siendo asesinado (pues tiene a su verdugo enfrente) pero no comprende lo que realmente le está sucediendo...

Te dije quién soy y lo que soy, de dónde provengo y a quién pertenezco, no me creías a pesar de todas las advertencias no quisiste dejarme tranquilo.

Nunca hubiese querido llegar a este extremo, nunca pensé matarte, mucho menos de esta forma. Extinguir tu llama de vida. Devorar tu esencia, tu alma, destruir tu espíritu, dejar tu cuerpo inerte, tirado, seco. A ti, que me hacías sentir tan bien, que me entregaste tanto, que me hacías pasar las horas riendo, soñando… Pero eso había terminado hace mucho tiempo, y aceptémoslo, las cosas eran insostenibles a estas alturas, tú estabas haciendo mierda mi vida, te dedicaste a torturarme cada vez que me veías feliz, ¡Cómo te desagradaba verme sonreír, admítelo! Hasta que tu propia mierda te llegó al cuello.

Me resultaba insoportable sentir tu cercanía, insufrible tu olor a feromonas viciadas que inundaba todo lugar donde entrabas hasta los más ínfimos rincones, no podía escapar de ese asqueroso olor. Tu halo de pensamientos me resultaba en extremo desagradable, sentirlos y ver que no llevaban a ningún lado, pensamientos sin sentido, como todo en tu vida. Sentir tu mirada en mi piel me repugnaba, aunque estuvieras lejos la sentía y un escalofrío me erizaba el espinazo.

Llegué al punto de cauterizar tu mente, bloquearte cuando estábamos en el mismo espacio. Si, lo reconozco, ya había comenzado a asesinarte desde entonces. Y esto, fue inevitable…

…………


Hoy me cansaste, ya no pude mas con esa situación, ya no puedo mas contigo, no puedo controlar esto que ruge en mi interior como león hambriento, sediento de sangre, sediento ahora de tu sangre, es el momento, las cosas deben suceder, ¡Debes morir!.

Te detienes frente a mí, con esa mirada burlesca, esa sonrisa infame, y esa postura corporal desafiante. Ya sabes lo de tu familia, y lo de tu gran amor, en tu interior sabes que fui yo, uno a uno, poco a poco, fui apagando sus miserables existencias, quitándotelos, dejándote solo, despojándote de lo que mas quieres ¿Acaso no te lo había advertido?.No me dejas pasar, me empujas y comienzas a proferir alguna estupidez. Para ese instante ya no oía cosa alguna, sólo ese zumbido en mis oídos, aquel que tanto temía, pero que esta vez no quise controlar, es hora de disfrutarlo, es hora de ser quien realmente soy, es hora de que veas lo que has desatado.

Siento el olor y el calor de tus vísceras, esas exquisitas oleadas de olor adrenal que mana de tu piel producto de tu terror al ver mis ojos rojos por las sangre que brota de ellos y resbala por mis mejillas hacia las comisuras de mis labios que esbozan una sonrisa amable, paralizándote aún más, mi boca jadeante, sedienta, aprieto mis puños hasta incrustar mis uñas en mis palmas dejando fluir mi propia sangre oscura que cae al piso de forma lenta y viscosa. Me miras con una expresión de terror, de una forma exquisita, y me deleito un poco más en hacer que tu corazón se desboque en tu pecho. Sólo puedo oír tu respiración y los latidos de ese corazón que me provocan arrancarte la piel a jirones con mis propios dientes ansiosos de tu carne.

Por primera vez me observas como lo que soy, como quién soy de verdad, ni en tus peores pesadillas lo habrías imaginado, puedes ver mis alas elevarse desde mi espalda, majestuosas, de plumaje negro azulado brillante, las adelanto un poco para tocar tu rostro con ellas, te acaricio con mis plumas las mejillas mientras tu quieres a toda costa huir, escapar correr fuera del lugar, pero no puedes moverte, ni un solo músculo de tu cuerpo reacciona a tus deseos, eres presa del pánico, eres mi presa y nada puedes hacer excepto soltar tus esfínteres dejando el olor indeseable de tus deposiciones en el lugar. Te tomo por el pelo y te levanto con furia, arranco en el proceso un puñado de ellos, luego te dejo caer al piso, jugando contigo y riendo jubilosamente, cual bebé con su juguete favorito. Te vuelvo a levantar, pero esta vez asido de tu tráquea, emprendiendo el vuelo hacia un lugar que no esté impregnado con tu repugnante y nauseabundo olor, te llevo a mi huerto, hermoso lugar tapizado de flores, deliciosamente fragante, la luna llena cubre completamente el lugar con su tenue y pálida luz, los arboles se ven oscuros, negras sus siluetas que el cálido viento mece con suavidad de tanto en tanto haciendo sonar sus hojas con un claro murmullo (sus propias voces que claman tu muerte). Poco antes de llegar al suelo te lanzo con fuerza contra el y me elevo unos instantes antes de bajar. Intentas correr, tosiendo y carraspeando la garganta para poder respirar mejor, te dejo avanzar unos metros, desciendo y te persigo dándote un poco de ventaja, jugando, cazando, como lo hacían los que vinieron antes de mí.

Corro tras de ti sintiendo el viento en mi rostro, disfrutando de la cacería, por entremedio de los árboles del huerto. Me aburro y te atrapo, hundo mis dientes en tu hombro mientras te sujeto fuertemente los brazos, caemos al suelo y tú me das una gran patada en el ala a lo que reacciono apretando aún mas mis fauces, mientras gritas desesperadamente. Me divierte esa forma de chillar que tienes, eres como un ratón al que se lo está pisando con el pié, eres de verdad agradable, es una lástima que tengas que morir. Te llevo nuevamente al prado de flores, te tiro enfrente de mí y me paro muy cerca para poder observarte más detenidamente, antes de eliminarte.

- “Te lo advertí, y te envié señales claras de lo que te sucedería, de lo que sucedería a quienes te rodeaban, a los que amabas, a los que necesitabas, todos ellos sufrirían, todos morirían de no dejarme seguir adelante con mi vida, de no hacerte a un lado, pero es demasiado tarde. Están ya todos muertos, hieden ya en sus asquerosas tumbas, sus almas claman aún misericordia desde mis fauces, desde mis garras monstruosas, desde mi vientre inmundo. Tus padres, hermanos, aquella persona a la que adorabas y que según tú era la luz de tus ojos, muertos, despedazados por mi locura y mi insaciable sed de venganza, sed que llegó a convertirme en esto que vez frente a tus ojos, y que será lo último que vean antes de arrancarlos de sus órbitas”.


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Jamás pude hacerte entender las cosas y ya es demasiado tarde, has muerto, tu cuerpo yace frío frente a mi, ya no esta ese olor repugnante, ya no percibo esos pensamientos, esa corriente eléctrica que corría desbocadamente por tu miserable cerebro, ¡Y esos ojos que me desesperaban y que tantas veces pensé en arrancarlos con mis propios dientes!…. Eres ahora no mas que un montón de carne inerte, alimento para gusanos, cama de cría de la próxima generación de repugnantes moscas asquerosas (de todas formas nada mejor podría salir de ti).


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El último asesinato, una última vida cegada por mi deseo y voluntad, esto nunca debió ocurrir, nunca debí ceder ante la necesidad de estrujar tu alma y retorcer tu pescuezo hasta tales extremos, arrancando también a personas inocentes sólo por el hecho de hacerte más miserable de lo que ya era tu despojada existencia.

Es hora de pagar lo que he hecho, de saldar mi deuda (está amaneciendo la oscuridad eterna), traspasé líneas que están vetadas para nosotros, abrí puertas que deben permanecer cerradas, probé del manjar destinado sólo a los dioses, me devoré Tu esencia.

Vienen por mí puedo sentirlo, la gran oscuridad, mi piel comienza a crepitar y a caer a mí alrededor, jirones de esta preciosa protección resbalan chirreando por mis piernas, por mi pecho, por mis brazos. Llevo mis manos hacia mi rostro y lo arranco, aceptando mi destino. Miro al cielo, que se aleja cada vez más de mi… mudo.

El Infierno me ha devorado. Siento mi carne expuesta como se deshidrata con el viento abrazador, ese olor a carne quemándose. Mi cuerpo y mi alma comienzan a arder con la llama del castigo eterno.Arderé eternamente en este, mi propio infierno sabiendo que, te arrastré hasta aquí conmigo, ¡Arda pues tu alma también eternamente entre mis fauces sedientas!…


... Guillerö...

...Sueño de una noche de invierno...


Cada vez que despertaba sentía que algo andaba mal, una extraña sensación de que algo ocurriría, pero nada, pasaba el día y no sucedía nada, era como si su mente le estuviese engañando, hasta que un buen día se despertó, y en su boca tenia un extraño sabor agridulce miró hacia la ventana que está a los pies de su cama, sintió unos deseos incontenibles de vomitar llevó sus manos hacia su boca pues no alcanzaría a llegar hasta el baño, vio con horror que sus manos estaban completamente ensangrentadas, fue el baño, y al mirarse al espejo supo que era ese sabor, sangre… cubría todo su rostro, sólo sus ojos estaban liebres de ella.


No recordaba nada, solo esa horrible sensación de que había bebido en exceso con sus amigos y de que algo terrible habían hecho… En su habitación no había nada que pudiese darle un indicio de qué había ocurrido la noche anterior, todo estaba limpio, un poco desordenado, como era de costumbre, pero no había sangre, su ropa tampoco estaba manchada, solo las sábanas y su almohada, empapadas.


Sin saber qué pensar y un poco aturdido por lo que estaba viviendo, fue a ducharse, al entrar en la ducha vio un charco de sangre y restos de algo que parecían ser viseras. Vomitó, vomitó, hasta que mas no le dio el estómago, un mareo le hizo caer de bruces sobre la taza del baño, todo le daba vueltas, no podía reaccionar, no sabía que hacer, desorientado se arrastro hasta su dormitorio y se sentó en el suelo para ordenar un poco sus ideas….


Escuchó por unos instantes, no oía a nadie de su familia, su hermano menor, su madre, su padre… nadie, sólo ladraba un perro pequeño que tienen afuera en el patio, el perro que está amarrado detrás no se oía.Siguió sentado unos instantes mientras se recuperaba, mientras se asentaban sus pensamientos, mientras pensaba en las posibilidades, en lo que habría ocurrido.


Poco a poco el sol comenzaba a iluminar mejor el ambiente, un rastro de sangre venía en dirección a su habitación desde el pasillo, asomó la cabeza y vio con horror que venía desde la habitación de sus padres, no se atrevió a moverse, quedó paralizado, un destello le encandiló su conciencia, un flash, un rostro, aun un poco aterrado comenzaba a plasmar ese destello, si, sin duda, era ella, la Gorda. (esa gorda amorfa, casi travesti, su amiga, compañera de carretes, la que le había presentado en sociedad, en esa sociedad decadente, de excesos, de alcohol, de drogas, de sexo desenfrenado) se reía de forma exacerbada, casi orgásmica, furibunda, una risa ronca, gutural, y esa expresión de satisfacción inmensamente malvada en su inflado rostro, esos ojos verde claro, destellantes, que contrastaban y resaltaban a la vez con su piel trigueña, oscura, lozana, salpicada por gotas de sangre, como si le hubiesen sido escupidas.


Seguía sentado, inmóvil, aterrado. Todo le daba vueltas…


A medida que el sol comenzaba a subir hacia el cénit su casa comenzaba a calentarse, crujía, y cada vez resonaba con mas fuerzas esos terribles sonidos, potenciados por el silencio sepulcral del ambiente, ya no daba mas, tenia que hacer algo, tenia que saber de alguna forma que es lo que había ocurrido, se armó de valor y se puso de pie, tambaleándose caminó por el pasillo, en la dirección del rastro de sangre, hacia la habitación de sus padres, su cabeza no daba mas, el corazón palpitaba con fuerza en su pecho que se apretaba a tal punto que no le dejaba respirar, cayó desvanecido frente a la puerta del dormitorio… semiinconsciente sentía una voz que le decía:


-“Hermanito ayúdame”. Hera una voz gutural, ahogada, como mugido de buey pero de niño al fin y al cabo.


-“Hermanito por favor ayúdame” Sin poder recobrar el sentido, su desesperación le hizo caer mas profundo en su inconsciencia hasta el punto de no oír más esa terrible voz…


Pasaron unas horas hasta que recobró la conciencia, estaba de espaldas en el suelo, vomitado, su cabeza dolía como si se hubiese estrellado contra la pared, ese olor del alcohol mezclado en su vómito, sentía vértigo. Poco a poco recordaba cómo había llegado ahí, recordó la voz.


¡Mi hermano!, se levantó de golpe, entró en la pieza, y ahí estaba, la cama de sus padres empapada de sangre, pero nadie sobre ella, sólo lo que parecían ser pisadas infantiles manchadas por inmensos charcos de sangre, que iban desde la cama, saliendo por la puerta, hacia el living, dando la vuelta hacia donde estaba la televisión, encendida con muy poco volumen, nuevamente su pecho se apretó, sus sienes palpitaban con fuerza, no quería seguir hacia el living, ya sabía lo que había en el, pero debía seguir, caminando muy lentamente, casi arrastrándose, afirmado en las murallas del pasillo, el camino de unos cuantos pasos parecía interminable.


De pronto imágenes en su mente aterrorizada, que le hicieron desplomarse, no comprendía nada, no entendía eso, no podía ser, no era posible…


Al borde de la locura, desesperado, desgarrado recordó todo lo que había pasado en esa noche de juerga…


Le había llamado su amiga la Gorda, y su mejor amigo, el de la cara de murciélago, la tops para hacer el carrete en su casa, ese que tanto habían organizado, ya que sus padres se irían a la playa ese mismo día y no volvían sino hasta el próximo fin de semana. Estaría el mismo grupo de siempre, el de las duras para el carrete, el mismo grupo que le había elegido el rey indiscutido del cuarto oscuro, y el mas duro de los duros para carretear, ese grupo con el que había compartido tantas horas de decadente desenfreno, de alcohol exagerado, y por que no decirlo, de drogas y sexo desenfrenado, ese grupo que le había llevado hasta el fondo de su dignidad, esas personas que le hacían sentir cómodo, pues en el fondo el siempre fue uno de ellos.

Pero había un pequeño inconveniente en esta ocasión: el tendría que cuidar a su hermano menor durante la ausencia de sus padres. Mas eso no era gran problema, pues se iría temprano a la cama y no molestaría más.

Comenzaron a llegar los invitados, primero el mejor amigo, afilándose los dientes por lo que ocurriría en tan esperada fiesta, conversaban jovialmente de las cosas que sucederían y de las expectativas que tenían, de a poco llegaron en grupos reducidos y se fue calentando el ambiente, al música, el alcohol el desenfreno hasta límites insospechados. Aparece su hermano y le encuentra en situación indecorosa con otras dos personas, desnudos los tres sobre el sofá, los demás aplaudiendo y vitoreando la indescriptible escena, la risa de la Gorda y los gritos y aplausos de su mejor amigo.

Al ver que le miraba su hermano, y comenzaba a correr hacia el dormitorio de sus padres se apresuraron todos en contra del pequeño para apresarle, sin pensar en lo que hacían, pues en el estado de euforia y con la gran cantidad de alcohol bebida ya estaban convertidos en animales, tomaron al pequeño y lo llevaron ante su hermano, que para esas alturas era el héroe indiscutido de la jornada. Este le tomó por el cuello, y su hermanito al querer escapar le mordió la mano que le quedaba suelta, el muy infame comenzó a golpear con furia su pequeño rostro hasta dejarle su carita deformada, los otros gritaban y aullaban cual jauría de hienas, la Gorda reía, gruñía, sentada pues no podía ya estarse en pié… El pequeño niño ya no gritaba, sólo intentaba escaparse de las manos de su depredador, entretanto uno de los invitados sacó una navaja de sus bolsillos, la que le entregó a tan infame hermano, mientras la Gorda gritaba:

-“¡Dale su merecido, enséñale quien manda en esta casa!”…

El animal tomó la navaja y alentado por sus “amigos” comenzó a cortar el pecho indefenso de la criatura. Cuando ésta quiso escapar, le cortó las plantas de sus piececitos, lo llevo al dormitorio de sus padres y le propinó un golpe certero en la cabeza, quedó inconsciente, lo dejó ahí para seguir con la bacanal que tanto había esperado.

Siguieron la fiesta, sin preocuparse de nada mas, sólo en seguir pasándolo bien, comieron bebieron hasta mas no poder, de ahí en adelante sus recuerdos de vuelven un poco borrosos, salvo por lo que había ocurrido con el perro mas grande de la casa, lo habían sacrificado por que no dejaba de ladrar, y la Gorda había sacado sus corazón y lo había puesto al centro de la mesita del living para jugar con el un rato, mientras reía de la forma mas horrenda que podría imaginarse, eso es lo que estaba en la ducha, y las vísceras del perro…

Yacía donde había caído, frente al living, al lado de la chimenea, su cabeza había chocado con el tambor de ésta, dejándolo vuelto hacia los sillones, ahí estaba… su hermanito pequeño, son su rostro amoratado, desfigurado por los golpes, las plantas de sus pies cortadas al igual que su pecho, los deditos de sus manitas quebrados, su pelo arrancado. Inmóvil sentado en el sillón pálido, ya no corría la sangre de su cuerpecito inerte, estaba toda derramada en el piso, no había nada que hacer para el.

Al tomar conciencia de todas estas cosas, caminó hacia la cocina, tomo un cuchillo y se lo clavó en el pecho, cayó al suelo hasta que perdió la conciencia, mientras oía un manojo se llaves, la cerradura de la puerta de entrada… no oyó mas, no sintió mas, solo oscuridad, pero no podía descansar, oía la voz de su hermanito, que le repetía una y otra vez, ¿por qué?, ¿Por qué me hiciste eso?...

Despertó en la sala del hospital, no podía moverse, no sentía el cuerpo, solo su rostro, sólo podía mover los ojos. Poco a poco tomaba conciencia de su estado actual, del estado en que se encontraba, ya no podría moverse nunca más… No había nadie junto a él, ya no estaban sus padres, su familia, sus amigos, esos en quienes tanto creía, sólo alguien a los pies de su cama, la figura fantasmagórica de un niño que le miraba fijamente, y le repetía incansablemente la misma pregunta:

¿Por qué?...

Fin.


...Guillermö...